El cadáver de Susana Macaya, hija de padre gitano pero educada como una paya, aparece en el madrileño barrio de Carabanchel. Siete años antes su hermana Lara corrió la misma suerte, también fue torturada hasta la muerte, también sucedió en la víspera de su boda. . Ahora la inspectora Elena Blanco es la encargada de investigar qué se esconde tras ambos sucesos. Ese es el punto de partida de La novia gitana, primera novela de Carmen Mola, seudónimo tras el que se esconde una de las revelaciones literarias de este 2018. Mola sitúa la acción de su primera obra de ficción en Madrid, pero ha confeccionado para Librotea una estantería con novelas negras ambientadas en distintos puntos de España. Un mapa del género policiaco.Este particular recorrido podría comenzar en Valladolid de la mano de César Pérez Gellida y su Memento Mori. Una novela que trata de esclarecer el asesinato de una joven ecuatoriana y cuyo relato nos ofrece la versión de asesinato e investigador. En Suances está ambientada Puerto escondido, de María Oruña, el hallazgo de un bebé emparedado es solo el comienzo de una serie de crímenes que se suceden en Cantabria. Más que cuerpos, de Susana Martín Gijón, se desarrolla en Mérida. La inspectora de origen namibio Annika Kaunda está afincada en la capital extremeña y especializada en la lucha contra la violencia de género, siguiendo sus andanzas el lector se sumergirá en la realidad de varios pueblos de la región. Precisamente en Cáceres está ubicada la acción de Soles negros, de Ignacio del Valle. Más destinos de este peculiar recorrido por la geografía de la novela negra son los que ofrece Toni Hill en Tigres de Cristal, novela que nos traslada hasta Cornella de Llobregat (Barcelona). La comisaria María Ruiz está destinada en Soria, pasa los fines de semana en Ávila y visita a un amigo en Santander, para desplazarse por todo esos escenarios con ella no hay más que bucear en las páginas de Las lágrimas de Claire Jones, de Berna González Harbour. En Almería se desarrolla La mala hierba, de Agustín Martínez, y en Castellón lo hace Golpes, de Pere Cervantes.